Adiós Linuz.

Nuestras mascotas no deberían morir ni enfermarse,
llegado el momento sólo desaparecer dejando su recuerdo.


Escribió Lord Byron en el epitafio de su perro:


«Aquí reposan los restos de una criatura que fue bella sin vanidad,
fuerte sin insolencia, valiente sin ferocidad
y tuvo todas las virtudes del hombre y ninguno de sus defectos.

Este elogio sería insignificante sobre cenizas humanas»


Diecisiete años estuviste con nosotros, cuando llegaste apenas eras un cachorrito del tamaño de la palma de mi mano, y creciste tanto, tan fuerte y ágil.


Hoy tu cuerpo inerte en mis brazos nunca me había pesado tanto. Dejas un hueco imposible de llenar: tu astucia, tu mirada, tu sonrisa, tu fuerza, tu lealtad, lo amigable que eras para con nuestros amigos, tu paciencia, tu temple y tu valor, hasta tus berrinches y necedades.
Tu capacidad para aprender, muchos se sorprendían cuando veían que sabías cual era la izquierda y cual la derecha, o atrás, arriba, adelante; a mi no, sabía que eres inteligente. A veces hasta sabio, esa sabiduría que sólo existe en el reino animal y de la que poco aprendemos.
Fuiste mi mejor amigo, mi hijo, mi hermano, compañero de juegos y de aventuras (como aquella cuando rescatamos a la doncella vendida en mitad de la noche) y a veces, hasta mi mascota.


Sabes? Me enorgullecía cuando decían que te parecías a mi, porque siempre me pareciste un ser admirable.


Tu cuerpo ya no esta, pero me dejas el corazón lleno de recuerdos. Ahora sé que estas en una eterna pradera, con arboles y clima fresco, con muchos aromas de la naturaleza como a ti te gusta, con toda la libertad de hacer lo que más te guste. Junto a Mikey, Berlioz, Laisha y Odie, junto a todos lo perros, amados o no, que han vivido en este mundo.


Gracias por ser parte de mi vida, por todo lo que nos enseñaste de la vida, y sobre todo lo que me enseñaste sobre mi.


Adiós Linuz, mi perro...





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