La Doncella Vendida

Caminaba acompañado por mi fiel Linuz, a altas horas de la noche. Cuando a lo lejos divisamos a una hermosa doncella. Confundido ante tal imagen a esas horas, me acerqué con cautela. Al verme, la doncella corrió a pedirme ayuda, Yo, como me obligan las leyes de caballería, accedí a socorrerla.
Deseaba saber dónde se encontraba, el llanto cortaba su voz. Al ver su dolor, pregunté qué era lo que le ocurría. Ella contó con angustia su historia: Su padre la había llevado allí con la intención de venderla a otro hombre. Al enterarme de tal infamia, empuñé mi espada y pregunté dónde estaban esos hombres y si deseaba que fuese lavada con sangre tal afrenta. Ella me pidió no hacerlo y que mejor la sacase de allí antes de que su ausencia fuera notada. Tomé su mano y caminamos rápidamente hacia un claro que conozco y poco después llegamos a una posada donde pedimos asilo.
Con palabras suaves y con frases justas, intenté consolarle, pero dado su sufrir, esto fue imposible; la incredulidad hacia el acto perpetrado por su padre y dolor que éste le causaba no daban lugar al consuelo.
Mandamos a un mozo de la posada para que buscara a alguien de confianza para la doncella.
Mientras platicamos, la tentación intentó oscurecer mi corazón; empujándome a aprovecharme de la situación. Pero la razón y la luz del amor de mi Dama, iluminaron mi corazón alejando así mi oscura tentación.
Tiempo después, llegó un carruaje en el cual venía un Noble primo de la doncella quien era hija de un Conde. Agradeciéronme ambos la ayuda prestada. Yo les dije que sólo cumplía con los deberes que las leyes de caballería me imponen.
Alejose el carruaje y Linuz y yo retomamos el camino a nuestra posada. Satisfechos de la buena obra. Y yo aún más por haberme mantenido fiel a mi Dama.

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